Nico no tenía un MBA ni un padrino millonario.
Tenía una pastelería, una vitrina llena de dulces… y justo enfrente, una oficina de Tecnocasa.
Ahí empezó todo.
Con 18 años, mientras otros repartían currículums o seguían la ruta universitaria, él atendía a una clienta habitual que le soltó una frase que cambiaría su camino:
“Tienes un trato especial con la gente. ¿Por qué no pruebas aquí?”
Lo demás fue lanzarse al barro.
Aprendió a base de ensayo, error y muchas visitas a viviendas que no saldrían en Pinterest.
Zonas complicadas, casas con goteras, clientes sin filtro.
Pero ese año en Tecnocasa no fue solo duro… fue una escuela.
Una que él mismo recomienda a cualquiera que quiera empezar sin contactos ni capital.
El consejo nº 1 que da Nico es que te formes.
Que tengas paciencia.
Y que empieces por donde casi nadie quiere empezar.
Antes de vender mansiones en La Moraleja, Nico vendía pisos en Carabanchel.
Y no lo cambiaría por nada.